Somos más

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El primero en anunciar la muerte de la literatura fue el escritor Alvin Kernan. Para sustentar tal afirmación recurrió al profesor Walter Raleigh, quien le dijo: “Los profetas no sirven para nada; encuentran discípulos e imitadores e inician modas tontas. ¡Que Dios nos perdone a todos! Si se me acusa un día de haber enseñado literatura, diré en mi descargo que nunca creí en eso y que tenía mujer e hijos que mantener…”
¿Pienso, en mi condición de profesora de literatura, igual que Walter Raleigh? Antes de llegar a esa respuesta me tomaré el atrevimiento de hablar de mis alumnos.

Habiendo dictado talleres de redacción y poesía a jóvenes entre 15 y 19 años, pensé que enseñar a chicos de secundaria podría ser una experiencia similar. Una punzadita me daba en el corazón cuando el taller llegaba a su fin y ya no los iba a volver a ver. Todos estaban desesperados, esperando que les recomiende más y más novelas. Tampoco es que tenga el espíritu filantrópico, pero hubiera dictado gratis el taller. Para no hacer de esto un relato muy extenso les diré que no; no fue para nada lo mismo. Mis alumnos pertenecen a la generación tecnológica; son los que nacieron con una Tablet bajo el brazo y a los 3 años, perfectamente descargan un juego, llegando al último nivel sin mayores complicaciones. ¿El avance tecnológico es el motivo que los chicos no lean? No, claro que no. Le pregunté a mi papá cómo hizo para que a los 7 años me leyera novelas completas y me dijo: “A esa edad me preguntabas de todo. Querías saber por qué los aviones vuelan y porqué cicatrizaban tus heridas. Querías saber si existía la magia y si se podía viajar en el tiempo. Entonces te empecé a dejar libros por todas partes. En tu cuarto, en la sala, en la cocina, encima de la TV, en el baño y hasta te ambienté una improvisada biblioteca. Tarde o temprano ibas a terminar agarrando un libro y lo leerías”.

Y así fue. Y a estos chicos, al parecer, no les pusieron libros cerca, sino un celular o una TV led o internet con redes sociales las 24 horas al día. ¿Es reversible? Estoy convencida de que sí. Pero hay un problema con algunos profesores (no me meteré con los padres). Se cree que es el alumno el que debe involucrarse en el mundo del profesor. ¿Por qué mis chicos deben involucrarse en el mundo de la lectura, es decir, en mi mundo? ¿Por qué no es al revés? Si de por sí, no existe el hábito de la lectura, ¿por qué exigirle leer al alumno y someterlo a una calificación, por el esfuerzo de comprender lo leído? No creo que ese deba ser el procedimiento.

Tengo dos chicas de 2do y 3er año de secundaria que les gusta los animes. Detesto con todo mi hígado estos dibujos. Pero es de lo que ando investigando por estas semanas. Para ser yo quien se involucre en el mundo de ellas, de lo que más les gusta y apasiona. Ahora les hablo de ciertos animes y ellas se asombran y se emocionan y me cuentan todo lo que saben. Y una vez ganada su confianza, desde ese punto las arrastraré a esta aventura infinita que es leer. Ser profesora no es solo ser profesora. También tienes que hacerla de psicóloga y un poquito de madre y otro poquito de amiga.

Pero mi mayor reto, y el más placentero también, es un jovencito tímido y dulce. Se llama Antonio y cursa el 5to año de media. Tiene algunos problemas de comprensión lectora y problemas leyendo en voz alta. Pero a diferencia de sus demás compañeros, tiene toda la voluntad de aprender. Esa, me parece, es la actitud con la que se debe afrontar todos los problemas de la vida. Con Antonio, el curso de Literatura y RV lo dedicamos a leer y analizar cuentos y poemas. Y con esa entrega que le pone, estoy segura, para fin de año, terminará redactando sus propios textos. Por la Sarita que sí.

Entonces… ¿la literatura ha muerto? Versa Charles Bukowski en su poema A la puta que se llevó mis poemas: “Veo que he creado muchos poetas, pero no tanta poesía”. Y es así. Escritores buenos, poetas innovadores y que se mantengan vigentes a través de los años tal vez hay pocos. Pero los que están y los que siguen, hacen que la literatura perdure en el tiempo. Somos los que somos y estamos los que estamos, y no nos detendremos.

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